sábado, 27 de diciembre de 2025

EL EXCESO DE GLUCOSA DAÑA LOS VASOS PEQUEÑOS Y AFECTA OJOS, RIÑONES Y NERVIOS




El exceso de glucosa en la sangre no se queda circulando sin consecuencias: con el tiempo, actúa como un agente dañino para los vasos sanguíneos más pequeños del cuerpo. Cuando los niveles de azúcar se mantienen elevados de forma crónica, la glucosa se adhiere a proteínas y lípidos de las paredes vasculares mediante un proceso llamado glicación. Esto altera la estructura normal de los capilares, los vuelve más frágiles y reduce su capacidad para transportar oxígeno y nutrientes de manera eficiente. Los tejidos que dependen de una microcirculación delicada —como los ojos, los riñones y los nervios— son los primeros en verse afectados.


En los ojos, el daño ocurre a nivel de la retina, una estructura altamente sensible que necesita un flujo sanguíneo constante y preciso. La hiperglucemia debilita los capilares retinianos, provocando microhemorragias, inflamación y pérdida de la barrera vascular. Con el tiempo, el organismo intenta compensar creando vasos nuevos, pero estos suelen ser anormales y frágiles. Este proceso, conocido como retinopatía diabética, puede avanzar de forma silenciosa hasta causar visión borrosa, manchas visuales y, en etapas avanzadas, pérdida parcial o total de la visión.


En los riñones, el exceso de glucosa daña los glomérulos, pequeños filtros encargados de depurar la sangre. La hiperglucemia altera su estructura, aumenta la presión dentro de estos filtros y permite que proteínas que deberían permanecer en la sangre se filtren hacia la orina. Este daño progresivo reduce la capacidad de los riñones para eliminar toxinas y regular líquidos y electrolitos. La nefropatía diabética suele desarrollarse lentamente, sin dolor ni síntomas evidentes, hasta que la función renal ya está comprometida de manera significativa.


Los nervios también dependen de una red de vasos pequeños para recibir oxígeno y nutrientes. Cuando esta microcirculación se deteriora, las fibras nerviosas comienzan a funcionar mal. Además, el exceso de glucosa afecta directamente al metabolismo neuronal, aumentando el estrés oxidativo y la inflamación. El resultado es la neuropatía, que puede manifestarse como hormigueo, entumecimiento, ardor o pérdida de sensibilidad, especialmente en pies y manos. Este daño nervioso no solo genera molestias, sino que aumenta el riesgo de lesiones y complicaciones al pasar desapercibidas.


Controlar los niveles de glucosa es fundamental para proteger la microcirculación. Mantener un buen control metabólico, adoptar una alimentación equilibrada, realizar actividad física regular y acudir a controles médicos periódicos ayuda a prevenir o retrasar estos daños. El exceso de glucosa no causa daño inmediato, pero su efecto acumulativo puede afectar órganos vitales de forma silenciosa. Cuidar el azúcar en sangre es cuidar la vista, los riñones y la integridad del sistema nervioso.


Fuente: American Diabetes Association; Diabetologia; Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism.

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