viernes, 5 de noviembre de 2010

El cenit de la decadencia.

Ya no sé de qué manera indignarme, de qué nueva forma quejarme ni cómo encabronarme; no sé qué tan fuerte hay que gritar o cómo encausar una rabia que crece día con día al darme cuenta que mi futuro no depende de mí. Ni siquiera eso depende de uno (no quiero ni pensar en quienes tienen hijos). Sólo sé que con cada cosa que me entero, crece más mi horror y mi decepción. Estoy convencido de que México es un estado fallido.

¿Qué hacer? ¿A quién culpar? ¿Al Presidente?, ¿a los gobernadores?, ¿a los policías?, ¿a los mariguanos?, ¿a los cocainómanos?, ¿a los gringos?, ¿a los colombianos?, ¿a los cárteles?, ¿a los partidos?, ¿al desempleo?, ¿a la corrupción?, ¿a la educación?, ¿a la ambición?, ¿al dinero?, ¿a nuestra deficiente condición humana? Ya no sé ni qué pedo. Neta que estoy totalmente perdido. Si somos imagen y semejanza de un tal Dios, entonces ese Dios es el capo mayor. El rey de los hijos de puta (y por favor que venga el cardenal Sandoval Iñiguez a amenazarme con excomulgarme, yo no lo voy a demandar; al contrario: me haría un enorme favor).

¿Cómo ser feliz en un entorno como el nuestro? ¿Cómo sentirse pleno sabiendo estas cosas? ¿Se podrá estar agradecido porque le tocó a otro y no a nosotros? ¿Cómo vivir con tremendo egoísmo? ¿Se darán cuenta que se están matando entre hermanos, que posiblemente el enemigo no esté en casa y que la vida es tan corta como para hacerla todavía más corta? ¿Valdrá realmente la pena?

Vaya existencia la nuestra, estar cuidándonos la espalda. Apuesto a que en Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Ecuador o Bolivia se vive mejor que aquí. Lo único que lamento es no tener el dinero suficiente para largarme con toda la gente que quiero a una nación de esas.
En verdad llegué a pensar que nuestra condición evolutiva y nuestra ubicación geográfica daba para tantito más; para no tener que luchar por nuestra superviviencia, como las gacelas y los leopardos, pero me doy cuenta que no es así.

¿Para dónde nos hacemos? Díganme por favor. Si denuncias, te matan; si le entras al crimen, te matan; si no le entras, también te matan; si lo combates, te matan; si trabajas honradamente, te matan; si tienes un patrimonio, te lo quitan; si eres pobre, te matan; si vas pasando por ahí, te matan... Díganme para dónde nos hacemos, por favor. ¿Nos vamos?, ¿nos quedamos?, ¿nos encerramos?, ¿nos van a pagar el funeral el día que nos pase algo?, ¿nos podrán revivir? Neta, díganme qué pedo. Si me lo explican, seguro que lo entiendo. Incluso hasta puedo justificarlo. Pero díganme las cosas sin rodeos. Como son y como van a ser. Sin tintes partidistas, sin mentiras, sin intereses personales de por medio que no sean los de todos los mexicanos que seguimos vivos.