martes, 6 de diciembre de 2011

Crítica al Teletón 2011

El pozo de los deseos reprimidos / Álvaro Cueva

Meterse con Teletón ya es como meterse con la Iglesia Católica, es una cuestión de poder, pero, además, como es una cuestión de poder emocional, la cosa se pone peor.

¿Cómo te atreves a cuestionar algo que alimenta directamente el alma de millones de personas? ¿Quién eres tú para criticar algo tan hermoso y positivo?

Si no te desvives en elogios, es porque odias a los niños con discapacidad. Si no invitas a los demás a cooperar, es porque no quieres a México.

Si no te entregas en cuerpo y alma, es porque no crees en la sociedad civil. Si no das dinero, es porque no tienes alma. ¡Muere, maldito si no estás en esto! ¡Que tu alma se condene! ¡Que se pudra en el infierno! ¡Muere! ¡Te odio! ¡Muere!

¿Qué fue lo que pasó como para que yo le esté diciendo esto? Un video de poco más de cinco minutos que abrió la campaña de este año y que circuló por las redes sociales.

En él, personalidades que no tienen nada que ver con Lucero, Marco Antonio Regil, Pedro Ferriz de Con o las tradicionales figuras ligadas a Teletón, confrontaron a los cibernautas.

¿Cómo? Defendiendo esta colecta de argumentos como Televisa, la evasión de impuestos o el dinero de las empresas. Es algo delicado, muy delicado.

¿Por qué? Porque a partir de ese punto Teletón dejó de ser una campaña de responsabilidad social para convertirse en un tema de confrontación: o estás a favor o estás en contra.

No más Teletón bonito, no más Teletón tierno. Si México está dividido, ahora también tiene que estar dividido por Teletón.

Bienvenidas todas las implicaciones políticas, ideológicas y empresariales. Bienvenido a una nueva era de terror donde, o das, o das.

Ni el gobierno se había atrevido a producir un spot tan contundente. Ni la mismísima Secretaría de Hacienda había llegado tan lejos. Le juro que ahora sí ya me dio miedo.

Por lo mismo, a nadie le importó que Teletón 2011 arrancara con una larga lista de errores técnicos y que tuviera la conducción de un hombre que estuvo involucrado en un escándalo sexual que jamás se aclaró.

A nadie le hizo ruido que ahora sí, Telmex, el enemigo a vencer, hubiera sido parte de la fiesta, que se haya abusado de la publicidad, que las estrellas hayan cantado con “playback” y que lo que se pudo haber resuelto en dos horas, como el telemaratón “Hope for Haiti now”, se haya prolongado por tantísimo tiempo.

No critiques, llora, admira, siente, que nadie reflexione sobre las lecturas que pudiera llegar a tener el dato de que, a partir de esta edición, Teletón trajo dólares frescos de Telefutura.

¡Viva México! ¡Viva la fiesta! ¡Vivan los niños! ¡Y que cante Alejandra Guzmán! ¡Que canten Enrique Iglesias, Thalía, los gruperos, los infantiles, los consagrados, los nuevos, todos!

Finalmente, si no cantan ahí, ¿dónde más van a cantar? La televisión mexicana carece de espacios para que nuestros ídolos compartan su arte. Si no cantan en especiales como Teletón, ¿dónde?

Lucero, no, ella que llore, sus lágrimas son uno de los puntos más esperados en todos los teletones.

Y que llore mucho para que se nos olvide que esa televisión que durante esos dos días jura y perjura que ama y apoya a la gente con discapacidad, es la misma que se negó a darle transmisión estelar en vivo a los Juegos Parapanamericanos, la misma cuyos comediantes se burlan de las minorías, la misma que nos enseña a calificar a nuestras mujeres con palabras como “putita”.

¿Para qué ofrecer un espectáculo de calidad? ¿Para qué producir con los más caros estándares internacionales? ¿Para qué ser congruentes? ¿Para qué profundizar? ¿Para qué perder el tiempo?

Aquí lo que importa es la lana porque si no hay lana, no hay ayuda y si no hay ayuda a esos pobres niños se los va a llevar la tristeza porque, como bien dice el spot de internet, los gobiernos van y vienen, los gobiernos responden a los colores de sus camisetas.

Esto, no. Esto, es para siempre. Esto, por supuesto, está por encima de los gobiernos, debe tener más poder que los gobiernos y aunque por ahí se estén defendiendo otras camisetas de otros tipos y de otros colores, es diferente.

Esto sí es lindo porque esto sí es de corazón. ¿O usted qué prefiere, a un político o a los actores de una telenovela, a un partido o a una marca comercial, a un secretario o a una estrella del espectáculo?

Está complicado porque, obviamente, nadie le puede desear el mal a unos niños, mucho menos a unos niños con discapacidad y muchísimo menos a unos niños con discapacidad que además son pobres.

La pregunta es: ¿se puede o no se puede criticar algo así? Y si no se puede, ¿no será que después nos la quieran aplicar con otro tipo de cuestiones?

Por eso le digo: ahora sí esto ya me dio miedo, ya no es una campaña de responsabilidad social, ya ni siquiera es un asunto de rutina, es un tema de poder, de poder emocional, el más fuerte de todos.

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