lunes, 13 de julio de 2009

CRUZADA EVANGELIZADORA CONTRA LAS DROGAS

Las recientes declaraciones de Felipe Calderón sobre los motivos que llevan principalmente a los jóvenes al consumo de drogas adictivas no tienen desperdicio. Más allá de la nota sensacionalista en la cual Calderón nuevamente nos demuestra sus dotes de médico forense (como aquella declaración sobre la muerte de Ernestina Ascencio, que presuntamente asesinada y violada por militares, según Calderón murió por gastritis crónica) al asegurar, sin pruebas hasta ese momento que “uno de los mayores ídolos de varias generaciones y el mayor vendedor de discos de música pop, se confirme que su muerte se debe precisamente a un uso indebido y excesivo de drogas”, se encuentra la visión evangelizadora en donde Felipe afirma que el problema del consumo de drogas es un problema ocasionado por el alejamiento hacia “Dios”. Como buen ateo, no quiero meterme en asuntos teológicos sobre la existencia o no de un ser divino, por lo cual buscaré analizar solamente la veracidad de los dichos de Calderón.

Para puntualizar, dejo al lector las declaraciones textuales de Felipe Calderón el día 26 de junio de este año: “Y, al mismo tiempo, actuar y actuar intensa e incansablemente para que hayan más Marcos (un joven en rehabilitación que dio su testimonio) en nuestro país todos los días. Para que nuestros jóvenes, que les ha tocado vivir una época en que hay cada vez menos razones sólidas de creer; una juventud que ha sido, además, ha estado en el centro de las cuestiones existenciales más complejas".

"Una juventud que por sus condiciones sociales, familiares, educativas, por falta de oportunidades, tienen pocos asideros trascendentes, que tienen poco que creer, que no creen en la familia, que no tuvieron; que no creen en la economía o en la escuela, que no creen en Dios, porque no lo conocen.” Sigue Calderón: “Esta falta de asideros trascendentales hace, precisamente, un caldo de cultivo para quienes usan y abusan ese vacío espiritual y existencial de nuestro tiempo.”

O sea, que de acuerdo al criterio del Estado, los jóvenes se inician en el consumo de drogas debido a su alejamiento hacia “Dios”. Supongo que Calderón también considera que en nada incide el ambiente nacional de violencia, ni la cultura de consumo, ni la falta de oportunidades para los jóvenes, ni la incapacidad del estado para asegurar a nuestros jóvenes una educación, ni el incremento en la oferta. En tal sentido, la fallida guerra contra el narco de Calderón toma tintes más bien de una cruzada evangelizadora. Una guerra “cristera” contra las adicciones. Y contra los ateos. Felipe Calderón le ha declarado la guerra a los ateos.

No me había percatado de que mi creencia nula en alguna divinidad me convertía en parte de un problema nacional, ni que me incorporaba a las filas del crimen organizado.

No sólo eso: Calderón también asegura que la familia disfuncional se encuentra más alejada de los valores espirituales de una familia tradicional. Este tipo de declaraciones, de entrada, dejan marginado a un buen sector de la población, ya que Calderón posiciona a la familia tradicional como la única que cuenta con principios morales.

Estas razones en las cuales Calderón justifica y expones sus razones para su cruzada, son ofensivas para el grueso de la población en toda la extensión de la palabra. Pero más que eso, resultan sumamente preocupantes.

“Que no creen en Dios, porque no lo conocen”. Si tan solo Calderón se hubiera tomado la molestia de revisar los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Adicciones 2008 (ENA), hubiera notado no solamente que el número de consumidores creció ocho veces en comparación con la última medición realizada en 2002. También se hubiera percatado de un dato que le descompone totalmente su tesis: El consumo de drogas se separa en dos: drogas ilegales y drogas legales. Las drogas ilegales son aquellas que tanto su venta como su producción son penalizadas, y las drogas legales son aquellas que tanto su producción, distribución, venta y consumo están legalizadas, como en el caso del tabaco y el alcohol. La definición oficial de “droga” es toda sustancia que, introducida en el organismo por cualquier vía de administración produce una alteración del natural funcionamiento del sistema nervioso central del individuo y es, además susceptible de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas. En este sentido, la misma ENA declara en su informe que tanto el tabaco como el alcohol son drogas legales.

Entonces: ¿Los fumadores son ateos? ¿Los alcohólicos son ateos? ¿Los políticos panistas de primera línea que fuman y/o sufren de alcoholismo, son unos cínicos ateos que no han encontrado a Dios? Nombres hay muchos. Resultaría inútil citarlos, pero el lector puede hacer su propia lista de panistas alcohólicos y/o fumadores.

Incluso, el reporte oficial de la ENA 2002 declara de forma textual que “la adicción es una enfermedad que no respeta sexo, raza, religión ni postura social”. O sea, que la práctica de alguna doctrina religiosa, cualquiera que esta sea, no influye absolutamente en nada con el consumo. Otro dato relevante, es que el 60 por ciento de las personas que en el continente americano han aceptado haber consumido alguna vez una droga ilegal, profesan la religión católica.

Esta postura oficial engloba otro problema, quizá más grave. Si bien Calderón plantea que el consumo de drogas es resultado directo del ciudadano con su alejamiento con “Dios”, entonces la estrategia lógica para combatir el consumo sería una evangelización nacional, dejando de lado la investigación científica y los métodos terapéuticos profesionales.

La visión evangelizadora es compartida también por el presidente del PAN, Germán Martínez Cázares. En una reunión con los gobiernos de Brasil y Colombia, patrocinada por el empresario George Soros, Martínez Cázares lanzó un calificativo discriminatorio contra los consumidores de cannabis, al referirse primero al plan presentado en esa reunión como una “marihuanada”. Ese tono discrimatorio hacia el término vulgar de “marihuano”, e incluso el entrecomillado de la palabra “mota” en su discurso, no muestran más que la tremenda ignorancia y falta de criterio de los máximos representantes del partido blanquiazul. Y desde luego, seguramente los “marihuanos” son ateos. Que se hinquen a rezar. (nada más cuidado con las mañas de monseñor al hincarse, ya saben…)

Esta visión evangelizadora del panismo va contra la directriz del programa de nuestro más cercano socio en la lucha contra el narcotráfico. Recientemente, el presidente de Estados Unidos Barack Obama declaró que la estrategia que seguirá el vecino del norte es reducir el número de consumidores en su país, para disminuir la demanda de consumo de drogas. Para esto, Obama ha instruido al NIDA (National Institute on Drugs Abuse, lo que en español sería Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas) para que se establezca un programa de detección temprana que incluya un programa de atención para los casos detectados. Si algo caracteriza internacionalmente al NIDA en el mundo de la investigación del consumo de drogas, es su enfoque cien por ciento científico. Ahora bien: si la más reciente ENA está reportando que el consumo en nuestro país se multiplicó por ocho, lo más lógico sería que en México se implementara un programa agresivo de atención a las adicciones. Pero a cambio de eso, Calderón piensa que mejor los consumidores de drogas vayan a misa.

La guerra contra el narcotráfico, según Calderón, es también una guerra contra los ateos, semilleros de los males que aquejan al país. A todos los ateos, Felipe Calderón nos ha declarado la guerra.

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