Dicen que en el Final de los Tiempos quedarán sólo cucarachas. No dudo que ese día caiga en lunes y en quincena, cuando nuestros vecinos tengan que pagar la mensualidad de su televisor de plasma que sacaron a 18 meses en Coppel, o el refrigerador en acabados metálicos que se dieron el lujo de sacar de Liverpool a 48 “cómodos” pagos y que muy apenas luce en la cocina de su casa financiada por el banco a 25 años. No habrá luces brillantes al fondo de un túnel, no habrá familiares y amigos con alitas y aureolas, nada de segundas venidas de un supuesto salvador o la paz y armonía mundial al fin alcanzadas.
Sólo cucarachas.
Las cucarachas son el reflejo de lo mucho que nos repugna el prójimo, lo bastante que nos despreciamos entre los hombres y lo imposible que nos resulta convivir respetándonos y respetando lo que nos rodea. Por eso dicen que las cucarachas dominarán el mundo: porque esos sentimientos son los que han dominado la tierra desde sus orígenes, más que porque aguanten radiaciones de bombas atómicas y esas cosas.
Cuando vayan a matar una cucaracha, racionalicen lo que sienten a la hora de cazarla. Piensen en la saña con que agarran el zapato –el derecho la mayoría de las veces- y lo dejan caer con todas sus fuerzas sobre el cuerpo del insecto. Saboreen la dicha que produce escuchar cómo le truena la cola, se le embarra la cabeza en el piso y sigue moviendo las patas un par de segundos después de su muerte. Luego, espántense si quieren.
Sí, no niego que las cucarachas son asquerosas y se multiplican a lo pendejo; igualito que el hombre, la única diferencia y lo que las hace superiores a nosotros, es que ellas sí tienen un plan para conquistar, conservar el mundo y deshacerse de nosotros sin ensuciarse las manos, pues saben que el trabajo sucio lo hacemos solitos, sin remordimientos de conciencia.
Mientras pareciera que nuestro único plan es seguir devorando recursos, saciar nuestra voracidad y manías compulsivas; las cucarachas aguardan pacientes tras los papeles importantes que guardas en el cajón de a mero arriba de tu oficina. Mientras nuestro más grande sueño es amasar una montaña de centavos y matarnos de hambre, de sida, de asaltos a mano armada, de pésimos servicios sanitarios, de negligencias médicas, de envenenamiento por plomo, de accidente automovilístico que involucran alcohol, de cánceres de todo tipo, de ingerir agua contaminada, de desastres naturales, etc., las cucarachas nos miran desde la tubería del fregadero, desde la alcantarilla frente a tu casa, desde abajo del cesto de basura del baño, esperando que se muera el último de los humanos, para que siga una era de paz absoluta y se compense el desmadre en que convertimos este lugar.
Mientras la mayoría se preocupa por conquistar otros planetas y posibilitar la vida en el espacio, las cucarachas miran con halago cómo -poco a poco- les vamos heredando un hogar que, al parecer, solamente es digno de ellas.
lunes, 4 de agosto de 2008
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